domingo, 22 de diciembre de 2013

Partidos y agrupaciones políticas en La Roda durante los primeros años de la República

     

    Es interesante ver cómo tras la proclamación de la II República asistimos a un proceso de adaptación de las viejas élites de la Restauración hacia los nuevos partidos republicanos. Manuel Requena ha estudiado en profundidad este fenómeno de transfuguismo de los políticos tradicionales para acomodarse al nuevo régimen republicano. Muy ilustrativas de esta realidad fueron las palabras pronunciadas por Unamuno, que en su visita a Albacete en 1934, llegó a decir que no fueron los republicanos quienes trajeron la República; ha sido la República la que ha traído a los republicanos.

     La derecha no republicana tuvo serios problemas para reorganizarse tras el 14 de abril debido al abandono de la actividad política de algunos de sus dirigentes. Su poder había sido erosionado, pero no había desaparecido en absoluto. En las áreas rurales siguieron funcionando los viejos métodos caciquiles, pero poco a poco se abrió camino en las derechas la organización de los partidos de masas y de campañas electorales animadas por una propaganda adecuada para atraerse a la opinión católica, dominante en amplias zonas de la Meseta castellana.  

     Destacados caciques como Jiménez de Córdoba, optan por refugiarse en el Partido Radical, o Job Escobar en el Partido Republicano Liberal Demócrata. Otros encabezan la representación de los intereses agrarios, a menudo en relación con Acción Nacional, y su heredera, la CEDA. Este fue el caso de Pedro Acacio, propietario muy influyente en La Roda y comarca [1]o de los rodenses Enrique Escobar Hore y Aurelio Jiménez Izquierdo, que serán respectivamente en 1932, Presidente y Vicepresidente de la Unión Agraria Provincial [2]surgida al calor de la contrarreforma agraria. Tras una intensa campaña propagandística, abría sus puertas Juventud Católica en La Roda, cuya sede era inaugurada en septiembre de 1933. Con este resurgir del asociacionismo católico se creaba también la Asociación Católica rodense de Padres de Familia o el sindicato Sociedad de Labradores de Santa Marta.

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martes, 10 de diciembre de 2013

Elecciones de abril de 1931

  
     Tras la Dictablanda de Berenguer, el 13 de febrero de 1931, se formó un gabinete de concentración presidido por el almirante Aznar, quien propuso celebrar elecciones municipales para el 12 abril. El control previo de los Ayuntamientos era básico para los dinásticos a la hora de triunfar en las elecciones a Cortes y consolidar con ello nuevamente la monarquía parlamentaria. Se nombraron gobernadores monárquicos para negociar las listas de acuerdo con los caciques y aunar fuerzas frente a los republicanos. 
     El 5 abril de 1931 se proclamaban los concejales de la Roda, donde se aplicó el famoso artículo 29 [1], vetando así la candidatura republicana. Este artículo establecía no celebrar elecciones allí donde el número de contendientes era igual al de puestos a cubrir, quedando estos designados automáticamente.  Esta realidad, aparte de reflejar la incidencia del caciquismo, evidencia a su vez, por un lado, la debilidad organizativa de los partidos republicanos de izquierdas en La Roda y, por otro, el esfuerzo entre las diversas tendencias dinásticas para lograr un reparto de concejales sin pasar por las urnas. 
     La prensa escrita de La Roda, que por aquel entonces apoyaba la candidatura dinástica, poco interés prestó a la campaña electoral al salir los concejales proclamados automáticamente. En el Agricultor Manchego aparece una pequeña referencia en la sección de Variedades que dice así: 

     Proclamación de todos los concejales por el artículo 29, por lo que ha habido acuerdo en la distribución que corresponde a cada agrupación política [2]. 

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miércoles, 4 de diciembre de 2013

La Roda antes de 1931

   

     El periodo que tradicionalmente viene siendo conocido en nuestro país como la Restauración, encarnó una forma de organizar el sistema político, de manera más o menos estable a cambio de sacrificar la eficiencia administrativa y la democracia política. Con el beneplácito del monarca, los partidos turnantes, conservadores y liberales, regularon sin ninguna dificultad la vida política del país ante el intrascendente papel jugado por republicanos y socialistas. Funcionaron como clientelas políticas o amigos políticos, cuyas conexiones se basaron en los favores mutuos y en las influencias caciquiles. Los conservadores atrajeron a un amplio grupo de latifundistas y además contaron con más prensa que los liberales en el último cuarto del XIX y primera década del XX (1)

      Con respecto a la Restauración en nuestro pueblo, en el Agricultor Manchego, periódico rodense  conservador, con motivo de la muerte de Enrique Escobar, aparece un artículo donde se hace referencia a las familias tradicionales de La Roda, que se fueron turnando alternativamente en el poder, siendo las encargadas de gobernar a una mayoría de población  ignorante de las ideas que representaban dichas sagas familiares:

nuestros convecinos, sin más conocimientos de partido, es decir, sin saber si eran liberales o conservadores, tradicionalistas o progresistas, monárquicos o republicanos, eran simplemente éstos: Garcías y Escobares. De estos partidos recibían los favores y privilegios y a estos partidos sometían la adhesión de su voto (…)

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domingo, 1 de diciembre de 2013

Por qué este blog

     A fecha de hoy ya han transcurrido más de 80 años desde que oficialmente se diera por concluida la guerra civil española. Era un 1 de abril de 1939. Después de casi 40 años de dictadura y otros tantos de democracia, todavía no sabemos cómo, por qué o, simplemente, qué sucedió en La Roda durante estos trágicos años. Muchas han sido las investigaciones, trabajos y publicaciones de diferentes tipologías, incluidas películas y documentales, que sobre este periodo han salido a la luz en la provincia de Albacete.  Sin embargo, es en el ámbito local, concretamente en La Roda, donde podemos constatar de manera más llamativa el desconocimiento que se tiene sobre este traumático, a la vez que interesante, episodio de nuestra historia más reciente.

    A pesar de las lagunas existentes, el conocimiento que de la II República y la guerra civil española tenemos en la provincia de Albacete desde los años noventa comienza a ser importante. La labor que el Instituto de Estudios Albacetenses viene realizando en este sentido ha sido decisiva en la multiplicación de publicaciones científicas de gran calidad relacionadas con este periodo. Actualmente disponemos de un considerable repertorio de trabajos publicados, de mayor o menor extensión, de tipo monográfico, temático, local, etc. realizado por historiadores, profesionales y eruditos interesados en la vida e historia locales, fundamental y bastante completo a la hora de realizar una primera aproximación e incluso para profundizar en esta materia.

    Pero como decía, lo que sabemos sobre este periodo en el municipio de La Roda, uno de los enclaves más importantes en la provincia de Albacete, es prácticamente nulo. No obstante la documentación y los testimonios existentes, junto a la aparición de algún artículo esporádico en medios digitales, ningún trabajo de investigación ha sido realizado ni mucho menos publicado con respecto a la II República y la Guerra Civil en La Roda. La ausencia de estudios en esta localidad contrasta con la existencia de investigaciones y monografías centradas en otros municipios de la provincia como Almansa, Hellín o Yeste. Para tener una visión más completa de la provincia de Albacete durante este periodo es necesario extender la investigación a otros enclaves fundamentales como por ejemplo, La Roda. Y no solo por su importancia geográfica o demográfica, sino también porque integrar el caso de este municipio aportará, además de una visión de conjunto más completa, nuevos y/o diferentes paradigmas debido, sobre todo, a su carácter conservador desde un punto de vista político, a pesar de tratarse de un centro que podemos considerar urbano con más de 10.000 habitantes según el censo de población de 1930. Efectivamente se trataba ya de un importante núcleo urbano, aunque eminentemente agrario, con predominio del latifundio y políticamente conservador controlado, junto a toda la comarca de la Mancha del noroeste, por las redes caciquiles de los Jiménez de Córdoba y de Pedro Acacio Sandoval.

    La Roda actualmente cuenta con aproximadamente 15.500 habitantes, siendo el quinto municipio más poblado de la provincia detrás de Albacete capital, Hellín, Villarrobledo y Almansa. Además de ser uno de los centros urbanos más importantes de la provincia desde un punto de vista demográfico, La Roda, ya desde la época romana, siempre ha gozado de una posición estratégica en las vías de comunicación que unen el centro y el levante peninsular. Este municipio también es el Partido Judicial n.º 6 de la provincia de Albacete. Se trata de una dinámica población, todavía de tradición agrícola, aunque su actividad económica ha pasado en pocos años a centrarse en el sector industrial y de servicios.

    Dada mi formación en historia y mi evolución profesional en el mundo de los archivos, en 2014 decidí adentrarme en aguas turbulentas y dedicarme al estudio de la II República y de la Guerra Civil en La Roda. Comencé centrándome en el análisis pormenorizado de este periodo histórico, accediendo a buena parte de la extensa bibliografía existente sobre el mismo. A la vez, emprendí la ingente tarea de recopilación de datos recurriendo a todo tipo de fuentes que me ofrecían los distintos archivos públicos que visité. De manera simultánea me puse en contacto con muchas personas del ámbito de la docencia y de la investigación, con historiadores y eruditos locales expertos en esta materia, con algunas asociaciones de memoria histórica, con determinados políticos de la transición y, por supuesto, con muchas familias descendientes de represaliados de La Roda. Los encuentros, entrevistas y contactos que he mantenido con todas y cada una de las personas que he conocido han sido decisivos para abordar convenientemente este periodo de la historia rodense. Todas ellas me han inyectado buenas dosis de ánimo, perspectiva y sugerencias, aparte de haberme ayudado a enriquecer enormemente mi visión y comprensión sobre la tragedia de la guerra en La Roda.

    Con respecto al formato de este trabajo, su origen está en una serie de artículos que comencé escribiendo de manera aislada, por temáticas concretas y que fui publicando en este blog. A lo largo de la investigación y estudio, siempre me resultó difícil establecer límites entre el marco nacional y el local; aunque lo cierto es que, sin explicar el contexto general, no se puede entender el particular. En todo momento fui consciente de que, tratándose de un trabajo en historia local, no debía andarme en exceso por las ramas con cuestiones de contextualización más amplia, menos todavía del ámbito europeo y/o internacional, aun siendo estos tan decisivos como el nacional. Además, como la bibliografía sobre la guerra civil española es tan extensa, el lector puede acudir a ella en cualquier momento. Al fin y al cabo, la historia de la II República y la Guerra Civil en La Roda no podía acabar convirtiéndose en un Leviatán, o al menos, no era el caso. Por ello decidí optar por un discurso bien contextualizado en la medida de lo posible, pero más ameno y sencillo, descriptivo de los hechos, sucesos y/o acontecimientos; priorizando estos frente a la interpretación ideológica e historiográfica, que la hay, aunque convenientemente fundamentada, y de igual manera moderada en extensión y contenido.

    La estructura de este trabajo contempla dos partes bien diferenciadas en su planteamiento, de aproximadamente la misma extensión, aunque a la vez presenta una unidad de conjunto. En la primera parte analizo el impacto que los acelerados cambios introducidos durante la Segunda República tuvieron en la localidad de la Roda, sin perder nunca, como decía, la perspectiva con respecto al país y al contexto europeo. Dichos cambios vienen presentados a través de un método descriptivo-narrativo de orden cronológico y agrupados por grandes temáticas: reformas políticas, sociales, económicas, culturales, educativas, etc. Las razones de estos cambios y las consecuencias de su aplicación en los diferentes colectivos no podían dejar de abordarse sin hacer síntesis. Como decía anteriormente, inseparable del análisis meramente descriptivo, está la interpretación y valoración de los hechos. Sin esta parte del quehacer epistemológico, el resultado final quedaría inconcluso. No podemos entender y comprender la complejidad de la realidad que estudiamos sin construir una imagen global del pasado. Los datos están ahí, en los documentos, pero resulta que obviamente, estos no hablan por sí mismos.

    De igual manera, algunos se preguntarán por qué incluir el periodo de 1931 a 1936, el de la Segunda República. Aunque mi objetivo inicial era el estudio en exclusiva de la Guerra Civil en La Roda, finalmente llegué a la conclusión de que para una mejor comprensión de la misma, no podía eludir el periodo que la antecedía. Es decir, no podemos entender la sublevación militar y el estallido de la guerra si no conocemos los detalles de sus circunstancias previas. Como veremos, esto no significa que el periodo más democrático de la historia de España estuviera condenado al fracaso de una guerra civil, ni mucho menos provocarla. En este sentido, los currículos educativos tal vez debieran, aparte de actualizar los contenidos con respecto a este periodo, enlazar la Guerra Civil, no ya con la República, sino con la dictadura que surgió como consecuencia de la misma. Al fin y al cabo, los conspiradores fueron los que se rebelaron contra el régimen democrático de 1931, originando una despiadada guerra y una longeva dictadura. Después de toda la interminable producción historiográfica que sobre la guerra civil española ha ido apareciendo durante el periodo democrático, no es fortuito, por poner un ejemplo, que todavía encontremos libros de texto que califiquen a los bandos enfrentados como “rojos” y “nacionales”. Así mismo, otros bloques de contenido denominados Franquismo, Transición y Democracia sugieren que el franquismo fue el antecedente necesario de la democracia cuando en realidad se trató de una dictadura de inspiración fascista, salida de una sublevación militar y de una cruenta guerra civil. Está claro quién fraguó el discurso y por qué todavía perdura, a pesar de la existencia de una profunda renovación y actualización de este objeto de conocimiento, realizada por profesionales de la historia de la más diversa índole. En cualquier caso, para entender por qué se desencadenó el conflicto, debemos saber qué sucedió con anterioridad; y esto nos remite irremediablemente al estudio de la Segunda República.

    Si bien es cierto que en 1936 confluyeron una gran cantidad de problemas socioeconómicos y políticos de índole estructural, es decir, heredados a lo largo de los tiempos (sobre todo desde la restauración de la monarquía en 1875), aquí nos vamos a referir a la problemática más visible y concreta que se manifiesta progresivamente durante el régimen republicano, gracias al marco de libertades y de democracia que este encarnó. Sin ánimo de idealizar lo que supuso este periodo, analizaremos sus virtudes, que fueron muchas, pero también sus defectos. Estos, entre muchos otros, estuvieron muy relacionados con las paradojas de la incorporación de la sociedad de masas en la vida pública y todas las tensiones que generó entre los diferentes actores implicados. Para entender lo que sucedió en España tampoco podemos obviar el contexto de la Europa de entreguerras, con el auge de los totalitarismos (del comunismo tras la revolución rusa, del fascismo o del nazismo alemán), la fragilidad de los sistemas democráticos y la crisis económica de 1929.

    En lo tocante a la Guerra Civil, debido a que el contenido de la mayoría de los artículos es más específico, el titulado ya no está relacionado con los tópicos clásicos de tipo económico, político, social o educativo. Los resultados para este periodo los he presentado por temáticas concretas relacionadas con el análisis minucioso de determinadas instituciones, hechos y/o acontecimientos. De esta manera, por poner algún ejemplo, encontraremos artículos relacionados con la actuación de los Tribunales populares, con la evolución del Comité de Enlace del Frente Popular, o con el análisis del hecho puntual que representó la saca de Quintanar de la Orden. No obstante, como excepción, al final de este bloque he introducido un extenso artículo destinado al análisis integral de la evolución histórica del municipio que lleva por título Vida y gobierno locales de 1937 a 1939.

    Por otro lado, tratándose de la reconstrucción de la Guerra Civil a nivel local, desde el principio de esta investigación tuve en amplia consideración la posibilidad de aportar apodos, nombres completos o sólo las iniciales de las personas protagonistas de esta historia. Con respecto a los apodos decidí no incluirlos (salvo alguna excepción) para evitar que hubiera confusiones y/o malentendidos, sobre todo por respeto a las familias que todavía se apodan de la misma manera. Amparada por la legalidad vigente y habiendo transcurrido más de 80 años desde que se produjera el alzamiento, finalmente opté por la introducción de nombres completos. El caso es que los nombres siempre han estado ahí y con este trabajo me he limitado a enlazarlos dentro del discurso narrativo conforme a fechas, sucesos y temáticas.

    Es por ello que, hablando de leyes, considero de especial relevancia incluir una breve referencia en esta introducción a la normativa[2] que regula el derecho de acceso a documentos públicos y su difusión. El artículo 105.b de la Constitución Española nos dice que la ley regulará el acceso de los ciudadanos a los archivos y registros administrativos, salvo en lo que afecte a la seguridad y defensa del Estado, la averiguación de delitos y la intimidad de las personas. El acceso a dicha información quedó regulado posteriormente en leyes como la de Patrimonio Histórico Español, donde en el artículo 57.c, encontramos que los documentos que contengan datos de carácter policial, procesal, clínico o de cualquier otra índole que puedan afectar a la seguridad de las personas, a su honor, a la intimidad de su vida privada y familiar y a su propia imagen, no podrán ser públicamente consultados sin que medie consentimiento expreso de los afectados o hasta que haya transcurrido un plazo de veinticinco años desde su muerte, si su fecha es conocida o, en otro caso, de cincuenta años, a partir de la fecha de los documentos.

    Sin embargo, una de las trabas que actualmente se pueden encontrar al investigar este periodo está relacionada con las dificultades de acceso a determinadas fuentes. Considero inadmisible que a día de hoy sigan existiendo obstáculos que impidan el libre acceso de los investigadores a la consulta de documentos y expedientes desclasificados de archivos públicos, especialmente los de tipo militar y algunos de carácter judicial. Todo esto hace que, incluso disponiendo de una Ley de Memoria Histórica, no sea tarea fácil abordar profesionalmente el estudio de la guerra civil española desde un marco integral. La promulgación de esta denostada ley en diciembre de 2007 vino a ratificar la necesidad de suplir las múltiples deficiencias con las que tropezaba y tropieza buena parte de la ciudadanía española en términos no sólo de conocimiento histórico, sino también de justicia social. Con respecto a estos dos conceptos, haremos historia sin abusar de la memoria, pero siendo plenamente conscientes de su necesidad, por una cuestión de justicia, reparación y conciencia ciudadana. Se trata, al fin y al cabo, de esa justa memoria de la que habló Paul Ricoeur (Sanz Campos, 2003, pp. 50-59).[3]

    Sin ir más lejos, el Comité de Naciones Unidas ha manifestado de manera reiterada su inquietud por el escaso alcance de la Ley de Memoria Histórica, instándole al gobierno español a que la cumpla y colabore en las tareas de localización e identificación de las víctimas del franquismo pues la búsqueda de las personas que han sido sometidas a desaparición forzada y el esclarecimiento de su suerte son obligaciones del Estado.[4] Más recientemente, el 24 de octubre de 2019 se procedía a la polémica exhumación del cadáver de Franco del Valle de los Caídos. No analizaré ahora en estas líneas lo que supuso la exhumación pero, al fin y al cabo, a unos les pareció una medida desproporcionada e incluso una declaración de guerra; a otros, una decisión necesaria pero insuficiente. En vísperas de la publicación de este trabajo, el actual gobierno de España está trabajando en un anteproyecto de Ley de Memoria Democrática.[5]

    A lo largo de estos años también he podido observar la existencia de otro tipo de obstáculos a la hora de estudiar en el ámbito local, la guerra civil española. No es de extrañar que el espacio donde todos nos conocemos sea el lugar que más suspicacias genere. Aunque no me extenderé en la consideración de las razones de esta problemática, no está de más señalar que independientemente del punto de vista que se adopte al abordar este periodo, se trata de un controvertido tema de la historiografía española todavía en la actualidad. Como historiadora, bien sea desde el mundo de la política profesional, o desde el sentir general en la población, observo todavía la existencia de visiones antagónicas e irreconciliables, a pesar del tiempo transcurrido. Respetamos las opiniones que muchos ciudadanos puedan tener sobre el conflicto español en base a las memorias familiares o de grupo transmitidas al calor del bar o del hogar, pero por encima de dichos recuerdos, memorias u opiniones, debemos situar la información y el conocimiento histórico debidamente contrastados.

    Esta investigación, aparte de sacar a la luz una serie de hechos y de establecer conexiones entre ellos, no pretende bajo ningún concepto ensalzar hazañas y figuras, ni de unos ni de otros. Sin embargo, partiendo del hecho de que la historia la han escrito los vencedores, considero que ya ha llegado el momento, no de sustituir un relato por otro, sino de esclarecer esa otra parte de la historia que nos obligaron a olvidar, tras 40 años de dictadura y, sobre todo, tras la Ley de Amnistía de 1977. Completaremos y añadiremos este periodo de la historia rodense al conjunto de las aportaciones existentes sobre la materia en la provincia de Albacete, contribuyendo a su vez, a desmitificar determinados hechos construidos por los ideólogos e historiadores del franquismo.[6] Por otro lado, y como no podía ser de otra manera, aparte del ineludible análisis de la represión y el terror franquista, también abordaremos las violencias desatadas en la retaguardia republicana, sin complejos ni tabúes.

    Más allá de la ideología política que nos resulte más atractiva (pues todos la tenemos), de las interpretaciones historiográficas, o del maniqueísmo con que esta parte de nuestra historia se nos ha presentado, ofreceremos una historia justa y equilibrada para todas las partes involucradas en el conflicto. Mi objetivo no podría ser otro que el de tratar de integrar ambos relatos, el de los vencedores y el de los vencidos, en una historia total, aunque no definitiva. He tratado de ser lo más objetiva e imparcial posible a pesar de las dificultades que esto entraña porque, en primer lugar, se trata de una guerra civil y, en segundo, porque la escritura del pasado siempre está determinada por las circunstancias del presente. Por esta misma razón, no será una historia conclusa y cerrada. Hemos procedido a la reconstrucción de este periodo acudiendo a los vestigios documentales que han quedado: fragmentados, dispersos, escasos, parciales y partidistas en la mayoría de los casos. Además, una vez finalizado este trabajo, probablemente aparezcan nuevos datos, lo que, junto a la permanente renovación historiográfica, hace que esta investigación quede abierta a futuros cambios. En definitiva, contaremos lo que sucedió, en base a las fuentes que han sobrevivido, en un espacio y un tiempo determinados: La Roda de 1931 a 1939.

    Para concluir con esta reflexión, me ha parecido muy acertada la reflexión que Manuel Requena escribió para el prólogo de la obra de Ezequiel San José (2003). Dice así:

Se ha producido un destacado proceso de realización de investigaciones sobre temas considerados malditos, pues descubren verdades ocultas pero que son voz populi entre la población anciana que vivió los hechos y que nunca han hablado de lo innombrable, pues se encargó el franquismo de introducir este miedo que aún permanece en algunas familias. Ha llegado el momento en que se ha de hablar sin miedo y con respeto hacia todos.

 

 

 

1. – Constitución Española de 1978, artículos 18.4 y 105.b. – Ley 7/1985 Reguladora de las Bases de Régimen Local, artículos 18.1 y 70.3. – Ley 16/1985 de Patrimonio Histórico Español, artículo 57.c. – Ley 15/1999 de Protección de Datos de Carácter Personal. – Ley 19/2002 de Archivos Públicos de Castilla La Mancha, artículos 40 y 41.

2. Paul Ricoeur fue un filósofo hermeneuta francés que desarrolló el concepto de justa memoria en la obra que lleva por título La memoria, la historia, el olvido (2000).

3. Preámbulo de la Convención Internacional para la protección de todas las personas contra las desapariciones forzadas, Resolución de la Asamblea General de la ONU, Nueva York, 2006. Ratificada y publicada en el BOE por la Jefatura del Estado español el 18 de febrero de 2011

4. La Ley de Memoria Histórica, como vemos, pasará a denominarse Ley de Memoria Democrática. Este cambio de adjetivo implica evidentemente una distancia con respecto al pasado al retirar el término “histórica” sustituyéndolo por el de “democrática”, un término más neutro y global. Está previsto que esta ley, que completa y mejora a la anterior al abordar la memoria histórica y democrática del país desde un punto de vista más público e integral, sea aprobada en el verano de 2021.

5. Para ampliar sobre esta cuestión, consúltese a Moradiellos, E. (2004). 1936: Los mitos de la Guerra Civil. Barcelona: Península, y a Viñas, A. (2013). Las armas y el oro. Palancas de la guerra, mitos del Franquismo. Barcelona: Ediciones de Pasado y Presente.