viernes, 11 de octubre de 2019

Cuando cambiar una momia de sitio no es suficiente

 
   Soy consciente de que muchos prefieren no reflexionar sobre el pasado. La amnesia absoluta es el camino preferido por algunos a los que no me voy a entretener en calificar. Lo más lamentable es que no se trata de una opción personal, pues llevan tiempo imponiendo la amnesia colectiva. Y vaya si les ha funcionado… Pero la verdad es que me he formado como historiadora, así que no me voy a callar. Es más, me apasiona la Prehistoria y la Historia Antigua, un arco temporal que va desde el origen de los primeros homínidos hasta el siglo V o VI aproximadamente de nuestra era; con lo cuál, ¿por qué no reflexionar sobre los acontecimientos del siglo XX? ¿porqué no hacerlo sobre una realidad que como españoles nos afecta muy directa y cercanamente como fue la Guerra Civil?
   Aquí algo no marcha bien. Y para mí no hay otra razón que la siguiente: las heridas no cerraron, permanecen abiertas por mucho que algunos insistan en todo lo contrario. Además añadiré que curiosamente los que niegan la reflexión sobre el pasado no aportan ningún tipo de argumento; están vacíos de contenido. Repiten el slogan de prohibido reabrir heridas sin más razones que las propias de su dogma.Y ya conocemos el peligro que entraña este tipo de actitudes. Tenemos muchos ejemplos en el pasado más reciente: repetir una y mil veces una mentira hasta convertirla en verdad (Joseph Goebbels); pero eso sí, no reflexiones, no pienses, porque lo digo yo, y punto. Cuidado con el pasado, no miremos atrás, el pasado no existe… Igualmente soy consciente de que hoy en día, lo que se cuece en las redes sociales es esto precisamente o algo parecido. Mensajes breves y contundentes, esto es lo que triunfa. Algo que te azote las emociones, fugaz e instantáneo, pero oye, no me hagas pensar o leer demasiado que me aburres. Sí, muchos me dirían: -tía, vaya tostón… y cosas peores. Y yo respondería: -cierto, pero soy así de profunda, por lo que te invito a que no sigas leyendo.

   Bueno, como iba diciendo, ¿en qué se transforma una persona sin pasado, sin memoria, sin recuerdos? Nos convierte en simples autómatas, en bebés adultos recién salidos del cascarón, en seres vivos que deambulan por este mundo sin saber quiénes son. Reflexionad un poco y aplicarlo a la esfera social. El panorama es desolador. Debemos conocer nuestro pasado, por una cuestión de cultura y de identidad. Conocer nuestro pasado nos hace conocernos a nosotros mismos como personas: saber de dónde venimos, por qué estamos donde estamos y hacia donde nos dirigimos. Esto último, conocer nuestro futuro obviamente es una quimera porque la mayoría no disfrutamos del don de la clarividencia (excepto algunos iluminados) pero, al menos, el conocimiento sobre nuestra historia, personal y obviamente social, nos puede ayudar, aunque no siempre, a evitar cometer los mismos errores. El conocimiento de nuestro pasado nos aporta cultura, identidad, madurez, crecimiento, sentido de la orientación, responsabilidad… nos enriquece en todos los sentidos.

   Mientras no cerremos de manera justa y equitativa este dramático capítulo de nuestra historia reciente, seguiremos adelante con el enfrentamiento maniqueo que nos caracteriza. Hablar de hacer justicia para todos se convierte en un problema precisamente porque no hemos saldado nuestras cuentas con el pasado como colectividad. La raíz más directa de este problema se encuentra en la Transición y más concretamente en la Ley de Amnistía de 1977; una ley hecha para perdonar y pasar página a más de 40 años de terrorismo de Estado. Sí, he dicho bien, terrorismo de Estado. Desde entonces, España es uno de los países del mundo con más desapariciones pendientes de esclarecer. Y no solo eso, jamás se anularon los arbitrarios juicios franquistas, ni se investigó el expolio realizado por la familia Franco y sus secuaces al Estado español y a particulares, ni se ha investigado a las empresas que utilizaron mano de obra esclava, aparte de tener un callejero repleto de simbología fascista por todos los rincones del país. Por tanto, sacar a la momia de Franco del Valle de los Caídos está muy bien, pero no constituye nada más que un mero acto simbólico, insuficiente para la reparación del daño causado, insuficiente para cerrar con justicia este capítulo.

   ¿Y por qué se ha bloqueado constantemente la aplicación de la Ley de Memoria Histórica? Ni más ni menos porque las fuerzas conservadoras de este país son las fuerzas nostálgicas herederas directa e indirectamente del Franquismo. Como dice Juan Miguel Baquero en El país de la desmemoria, “la memoria histórica molesta porque el franquismo está vivo, latente”. Pero yo no pierdo la esperanza y espero que algún día no muy lejano, estas fuerzas reaccionarias se esmeren por conocer mejor su historia y se desmarquen de lo que fue el Franquismo, tanto en su origen, como en su devenir. No me voy a extender ahora en el análisis de los orígenes del Franquismo, pero me parece importante señalar que sin el contubernio nazi-fascista, ni la guerra civil ni el Franquismo, jamás hubieran tenido lugar. Podría haber estallado la guerra en España, pero sin la ayuda de alemanes e italianos, aparte de los despiadadas tropas africanas, los rebeldes no habrían tenido nada que hacer. El fascismo europeo pudo ser vencido en suelo español. Tal vez con ello nos habríamos ahorrado una segunda Guerra Mundial, pero todos sabemos lo que sucedió. El fin de la Guerra en 1945 acabó con el contubernio en Europa, pero por desgracia España quedó al margen; España, cuyo suelo fue el banco de pruebas del conflicto mundial que se avecinaba. Sin embargo, aquí nos dejaron, abandonados a nuestra suerte, en manos del amigo bajito de Hitler y Mussolini. Abandonados a 40 años de represión, a la violación sistemática de los derechos humanos y a una ausencia total de libertades. Esto es lo que querían, ¿verdad?

   Yo conozco y reconozco nuestro pasado. Lo que sucedió es innegable. No pretendo ni borrar ni cambiar nada de lo que sucedió; ójala y se pudiera. Pero hay un importante capítulo pendiente de solución: es la reparación a partes iguales. Se trata de cumplir con los mandatos de las Naciones Unidas e investigar este genocidio en una España que presume de democrática y que aplicó la represión más duradera de toda Europa. Se trata de dar sepultura digna a cualquier víctima a petición de sus familiares. Se trata de dejar de ensalzar la figura de auténticos asesinos en el callejero de nuestro país o de procesar a siniestros personajes como Billy el niño. Se trata de crear una Comisión de la Verdad, para que la ciudadanía conozca sin censura ni partidismos, qué sucedió en España. En definitiva, se trata de que se cumpla con la denostada Ley de Memoria Histórica.

Así y solo así algún día podréis ver nuestras bocas calladas, porque por fin se habrán saciado de paz y justicia.