miércoles, 17 de agosto de 2022

POR FIN CAYÓ LA PLACA

 




     “Aunque muchxs no tengan la capacidad de verlo, hoy es un gran día para el pueblo de La Roda”. Desde la asociación de memoria histórica, así hemos felicitado a nuestro alcalde, Juan Ramón Amores.

    Por diversas razones, el día de hoy representa un hito histórico en nuestra localidad. En primer lugar, porque por fin, después de haber transcurrido 47 años tras la muerte del dictador, uno de los monumentos más representativos de la memoria del franquismo, desaparece de la vía pública. Y no se trata de cualquier vía pública, pues esta placa conmemorativa lucía en el centro neurálgico del pueblo, en lo más alto, en la fachada principal de la Iglesia del Salvador; una placa con los nombres de las personas que murieron en una guerra provocada por el fascismo de dentro y de fuera, y en la que jamás figuraron los caídos en defensa de la democracia. El mundo al revés, hasta el día de hoy.

  Desde la asociación de memoria histórica de La Roda, a la que yo pertenezco, reconocemos que las expectativas eran grandes y las esperanzas pocas. Sin embargo, esta necesidad, repetimos, “histórica”, finalmente se ha hecho realidad en la mañana del 17 de agosto de 2022. Desde que se adoptara el acuerdo plenario en diciembre de 2020 para la retirada de la placa a los caídos, nos consta que el equipo de gobierno ha luchado contra viento y marea para poder eliminar este símbolo de nuestro espacio compartido.

     Lo que no ha sido una sorpresa, es poder leer debajo de dicha placa la leyenda: Jose Antonio Primo de Rivera ¡presente! La placa fue instalada en 1949 pero como es obvio, desde el fin de la guerra, el líder del partido fascista español tenía un gran espacio reservado en nuestro pueblo para ser homenajeado bajo la parafernalia de la exaltación franquista. Después fueron añadidos los gloriosos mártires de la cruzada y solo ellos, porque las casi cien personas defensoras de la democracia que también fueron asesinadas, jamás tuvieron reflejo en esa placa. Al fin y al cabo, estos rojos infieles ni eran españoles ni por supuesto, existían.

     Por ahondar un poco en las raíces de lo que venimos hablando, hemos de recordar que Jose Antonio Primo de Rivera fue el fundador de Falange Española, el equivalente en España al Partido Nazionalsocialista Obrero Alemán, el Frente Patriótico de Austria o el Partido Nacional Fascista italiano. Jose Antonio fue juzgado en Alicante por conspiración y rebelión militar contra el gobierno de la Segunda República, condenado a muerte y ejecutado el 20 de noviembre de 1936.

   A pesar de que los nazis organizaron varios planes para rescatarlo antes de ser fusilado, Franco nunca tuvo una actitud decidida para proceder a su liberación. Ocultó su muerte durante casi dos años y finalmente acabó sacando buen provecho del “sacrificio” con fines de propaganda. Según el hispanista Paul Preston, “el Caudillo se regocijó en privado de que un hombre a quien siempre había odiado por ser un elegante playboy, ya no pudiera constituir una presencia incómoda en Salamanca. Le dijo maliciosamente a Serrano Súñer que tenía pruebas de que el dirigente falangista había muerto como un cobarde”.

     Cuando el 18 de julio de 1938 se hace oficial la muerte de Jose Antonio, Franco ya había diseñado su plan para deshacerse de su sucesor, Manuel Hedilla, y para apoderarse de Falange. En adelante, el proceso de fascistización de la España franquista fue paralelo e inseparable de las labores de adoctrinamiento, propaganda y legitimación ideológica del régimen. Aquí la figura de la Iglesia católica jugó un papel decisivo. Aparte del monopolio de la educación, exenciones fiscales, concordatos, financiación con fondos públicos o el robo de niños, la instalación de placas en las iglesias de pueblos y en las fachadas de basílicas y catedrales fue una de las campañas más sobresalientes y duraderas en la estrategia de marketing de la iglesia en connivencia con el nuevo Estado desde su posición de vencedores.

     En La Roda, como en el resto de pueblos y ciudades del país, se rindió culto a la figura de Jose Antonio desde el fin de la guerra y, como decíamos, en 1949 se abrió una suscripción voluntaria para la adquisición y colocación de una lápida en la iglesia de El Salvador con unos pocos caídos: los de “ por Dios y por España”. En los libros de actas de plenos del Ayuntamiento aparece un registro en abril de 1949 por el que el consistorio local contribuía con la cantidad de 1.000 pesetas; una cifra elevadísima para la época debido a la precaria situación económica del momento, según denuncian constantemente las nuevas autoridades municipales. Todo esto y algunas cosas más, como la misa que se ha venido celebrando cada 23 de agosto en honor a los “caídos”, cerraba el círculo de la victoria franquista, recordando “como Dios manda” a sus muertos por los siglos de los siglos. Así fue la paz y la reconciliación de Franco.



     La construcción del nacionalcatolicismo fue la guinda del pastel para una sociedad rota y famélica, sometida a la represión continuada, a la humillación de los derrotados, al olvido y el silencio. Cielo para los mártires y tierra para las otras víctimas; honor para militares y políticos franquistas, con calles y monumentos, y silencio para quienes fueron abandonados por sus asesinos en cunetas, tapias de cementerios y fosas comunes. Y por si fuera poco, durante los años del gobierno de Aznar, cientos de eclesiásticos y civiles muertos durante la guerra fueron beatificados, mientras que las víctimas del terror franquista no tenían ni gloria ni reparación. 

     A pesar de todas las trabas, y del tiempo transcurrido, de hecho demasiado, la aplicación de la Ley 52/2007 se ha ido abriendo paso también en La Roda. El impulso definitivo ha venido con el nuevo equipo de gobierno que en enero de 2020 dio sus primeros pasos en la aplicación de la ley sobre memoria histórica, con la sustitución del nombre del CEIP Jose Antonio por el de Purificación Escribano. Finalmente, por acuerdo plenario de diciembre de 2020, se acordaba quitar el monolito a Jose Antonio, la medalla de oro concedida a Franco por el Ayuntamiento, cambiar el nombre de las calles franquistas y retirar la placa de los caídos. Nuestra más sincera enhorabuena al Grupo Municipal Socialista de La Roda.

    Sin embargo, la memoria histórica no termina aquí. Por desgracia hay un sector de la sociedad civil y de políticos que la representan que niegan la represión franquista, las miles de víctimas asesinadas sin registrar, y no quieren que el Estado gestione la búsqueda e identificación de estos desaparecidos. Es una pena que no haya consenso entre los políticos de diferentes ideologías para cerrar página de una vez por todas, como lo hay en Francia, Italia o Alemania con respecto a su pasado, donde todxs, incluidos demócratas de derechas también han condenado los movimientos de extrema derecha como el fascismo, el nazismo o el gobierno de la Francia de Vichy. Aunque la memoria histórica genere tensiones en el corto plazo, sobre todo en los pueblos más pequeños y conservadores de la España de provincias, en el largo y medio plazo tendrá un efecto beneficioso ya que fomenta la reconciliación y fortalece el consenso democrático.

  En La Roda, un pueblo de tradición conservadora y ultraconservadora, la memoria pública del franquismo se ha ido difuminando a duras penas; el franquismo sociológico, sigue férreamente enraizado. Desde nuestro punto de vista, hay varias razones que explican la negativa de la derecha a aplicar la ley de memoria histórica. La ligereza con que se trata al fascismo en nuestro país es inadmisible y además impensable en el resto de Europa porque aquí no hubo ningún tipo de desnazificación o desfascistización. España no participó en la II Guerra Mundial y, por tanto, aquí los vencedores de la Guerra Civil se dedicaron a construir una dictadura de inspiración fascista que duró 40 años. Durante este tiempo, diseñaron unas memorias peculiares basadas en el engaño, en el odio y en la manipulación de la historia con el objetivo de exaltar los valores del régimen. En segundo lugar, con la ley de amnistía de 1977 se pasó página a los crímenes de lesa humanidad perpetrados durante la guerra y el franquismo. Los vencedores recuperaron sus víctimas, las homenajearon y fueron declaradas mártires, siendo dignamente enterradas. El resto quedó abandonado en cunetas y cementerios sin posibilidad ninguna de justicia. En este sentido, nuestra democracia se construyó sobre las cenizas de un genocidio. No fue un genocidio sistemático al modo alemán, pero sí genocidio generalizado. En tercer lugar, luchar en contra de la memoria histórica a la derecha, sobre todo a la extrema derecha, le proporciona votos. El discurso contrario a la revisión de la historia moviliza a sus seguidores. Algunos de sus argumentos son que el pasado es pasado, que queremos cambiar la historia o que la memoria histórica es un asunto privado.

    A toda esta gente les podemos explicar muchas cosas, pero lo más importante que podemos decir, es que no se trata de reescribir la historia, que es el trabajo de los historiadores, ni de establecer una memoria oficial, puesto que cada individuo o colectividad tiene derecho a la suya propia. Se trata de superar, de una vez por todas, los restos de la memoria oficial de una dictadura criminal que quiso dejarlo todo "atado y bien atado", y de restablecer la dignidad y el derecho a la verdad.

     Y a aquellos que dicen que estamos reabriendo viejas heridas, decirles que las heridas nunca se cerraron y que todavía estamos impregnados de un pasado violento sin resolver. España no es el segundo país del mundo con más fosas pero eso no le quita ni un gramo a la crueldad de una dictadura criminal levantada a golpe de sublevación militar, guerra civil, políticas de exterminio y victoria sobre los vencidos. 83 años después de la guerra y 47 después de Franco, hay que llevar la enseñanza de ese pasado a las escuelas, combatir la mentira, cuidar los lugares de memoria y crear otros nuevos y rescatar del olvido y de las fosas a todas las víctimas. En definitiva, verdad, justicia, reparación y garantías de no repetición.


"Perdonar no es olvidar el daño,

es recordarlo sin odio ni rencor;

es activar la memoria histórica de manera pacífica,

sin lastimar ni lastimarte"













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