La proclamación de la República produjo una inmediata ruptura entre el nuevo régimen y la Iglesia católica, debido básicamente al monopolio de la educación que ésta ostentaba. Desde el 14 de abril, el Gobierno provisional había considerado que una de sus tareas más urgentes era la rápida expansión de las escuelas primarias. Se pretendía crear una escuela pública, obligatoria, laica, mixta, inspirada en el ideal de la solidaridad humana, donde la actividad sería el eje de la metodología. A modo de ejemplo, los niños de la Escuela Nacional enviaban la siguiente misiva al Ayuntamiento:
que siendo este pueblo eminentemente agrícola y queriendo los niños que forman esta República escolar, aprender a cultivar la tierra, ruegan a la Corporación les conceda un terreno para los fines indicados
Ya vemos que la idea de introducir huertos ecológicos en las escuelas no es tan novedosa, pudiendo establecer su origen en el marco de la Segunda República.
El programa reformador del sistema educativo tuvo el objetivo inmediato de extender la cultura popular por todos los rincones de los pueblos de España aparte de remediar el alto índice de analfabetismo en nuestro país. El 14 de abril de 1931, la República encontró una España tan analfabeta, desnutrida y llena de piojos, como ansiosa por aprender. En 1931 la estimación sobre el índice de analfabetismo variaban del 30 al 50 % de la población total y el porcentaje de alumnos (que asistían a clase) por aula era de 50 alumnos por escuela con maestro. El Ministerio de Instrucción Pública estimó que en España eran necesarias otras 27.000 escuelas para atender a más de un millón a un millón y medio de niños que en general no iban a la escuela [1]. El primer año de la República fue así un año de fiebre de construcciones escolares.
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