viernes, 17 de abril de 2020

Represión franquista vs. represión republicana

      Con el fracaso del golpe de Estado asistimos a una explosión de violencia en territorio español que ya venía gestándose tiempo atrás. A la semana de haberse producido la sublevación, la provincia de Albacete, incluida La Roda, cae en manos republicanas hasta el final de la guerra. Este territorio se convierte de esta manera en zona de retaguardia permanente, sin frente. Será la razón fundamental que explique por qué la mayoría de muertes que se producen entre agosto y septiembre de 1936 son de personas de filiación política conservadora, de derechas, incluida la persecución a miembros del clero. En la retaguardia republicana es normal que no se produjeran muertes de civiles de izquierdas, a excepción de hechos puntuales como los bombardeos de la Legión Cóndor en Albacete (también en La Roda aunque sin víctimas). La ausencia de represión de derechas en la provincia durante la guerra marcará el imaginario colectivo, consolidado durante el Franquismo, y estigmatizando para siempre lo que ellos llamaron la furia roja, entre muchos otros calificativos.

      Basándome en el estudio de Manuel Ortiz Heras “Violencia política en la II República y primer Franquismo”, voy a analizar brevemente las diferencias entre dos tipos de violencias muy diferentes entre sí: la que se produce en los territorios republicanos y aquélla del territorio franquista o nacional. Ya hemos publicado en algún medio digital un breve análisis con su correspondiente listado conteniendo los nombres de los fusilados en La Roda y Albacete al acabar la guerra civil. Esto bajo ningún concepto tiene por objetivo cuantificar quiénes mataron más; quiénes menos. Se trata de completar aquella parte de la historia que quedó oculta, soterrada y manipulada por la propaganda de los ideólogos franquistas. Por desgracia, el privilegio de escribir la historia está reservado solo a los vencedores. Después de casi cuarenta años de Dictadura, se construyó magistralmente un relato para nada acorde con la realidad. Simplificando mucho, podríamos decir que el Régimen franquista y la Causa nacional acabaron encarnando ideales de justicia, libertad y democracia social, mientras que la República democrática vencida por las armas, representó todo lo contrario. Paradójico cuanto menos.

      No pretendo justificar por qué esto sucedió así, sino simplemente explicarlo brevemente y darlo a conocer, pues, como decía anteriormente, la historia la hacen los vencedores. Parece que casi nada ha cambiado a pesar del tiempo transcurrido. En primer lugar, es necesario saber diferenciar con claridad el Franquismo del Régimen republicano en términos de represión. Según Ortiz Heras, el primero utilizó la violencia de forma premeditada, echando mano de los recursos del Fascismo para llevar a cabo la función social de imponer un determinado modelo eliminando para ello los posibles obstáculos. La II República quiso controlar el monopolio de la violencia apenas recobrado el pulso a las instituciones después del vacío provocado en julio de 1936. Desde las instancias más altas del Estado, y también en el ámbito provincial de Albacete, se dieron expresas manifestaciones para evitar los asesinatos y la venganza, marginales con respecto al Estado y las instituciones republicanas. Se trató por todos los medios de poner fin a las manifestaciones espontáneas de violencia y represión por parte de determinados grupos a través de las sacas y los paseos. Los políticos en esta zona pronto intentaron restablecer el clima de vacío de poder provocado por los insurrectos con la creación de los Tribunales Populares, que ejercerán el monopolio de la violencia y la represión republicana a partir de finales de agosto de 1936. Toda esta explicación no son sólo ideas, está reflejada en los documentos que nos han llegado; es lo que vamos viendo en el trabajo de investigación histórica.

      En el otro lado, el propio carácter de la insurrección le imprime una naturaleza ofensiva y estructural, ya que será organizada desde la cúpula. Será metódica y fría. Continuará después de la guerra y perdurará hasta 1975. En este sentido, las órdenes del General Mola, El Director, fueron claras y contundentes: “El movimiento ha de ser simultáneo en todas las guarniciones comprometidas y desde luego, de una gran violencia. Las vacilaciones no conducen más que al fracaso” (Directrices para Marruecos). “Se tendrá en cuenta que la acción ha de ser en extremo violenta para reducir lo antes posible al enemigo” (Planes generales para el alzamiento en Andalucía. Instrucción reservada número uno).

      La represión franquista responde a crímenes contra la humanidad realizados durante la guerra y, lo que es peor, durante la postguerra una vez consolidado el Régimen. Con el fin de la guerra, no se buscó la paz, sino la derrota y la humillación total del enemigo; y así hasta el final de la Dictadura misma. El Franquismo se fundamentó en la victoria y en la aniquilación del adversario. Se creían los garantes de la unidad de España, mientras acusaban a la mitad de la población de anti-española, perpetuando la división entre vencedores y vencidos hasta la muerte de Franco.

       Actualmente hay un intenso debate entre los historiadores sobre si la represión franquista fue un genocidio planificado, incluso un holocausto a la manera nazi. Evidentemente se planificó y se llevó a cabo la liquidación física del adversario político de manera sistemática y premeditada. Nos dicen que debemos ser más precisos a la hora de aplicar términos como el de genocidio u holocausto ya que, desde el punto de vista del Derecho español, la represión franquista no se encuadra dentro de estos supuestos. Pero lo que está claro es que, más allá de los números (que importan, y mucho), la realidad de la represión del bando vencedor responde sin lugar a dudas a la idea de genocidio. Debemos ser conscientes de que las trabas jurídicas en España vienen del pacto de silencio; de aquella Ley de Amnistía de 1977. Ésta es una de las razones que explican que en España los genocidas del Estado franquista se fueran de rositas; también explica que los historiadores seamos criticados cuando hablamos de genocidio franquista. No se trata de teorías o hipótesis, sino de hechos registrados y contrastados en multitud de documentos, testimonios e investigaciones. A pesar del miedo, del terror y de la destrucción de archivos, por fortuna conservamos miles de vestigios que demuestran la realidad del genocidio español.




 

viernes, 11 de octubre de 2019

Cuando cambiar una momia de sitio no es suficiente

 
   Soy consciente de que muchos prefieren no reflexionar sobre el pasado. La amnesia absoluta es el camino preferido por algunos a los que no me voy a entretener en calificar. Lo más lamentable es que no se trata de una opción personal, pues llevan tiempo imponiendo la amnesia colectiva. Y vaya si les ha funcionado… Pero la verdad es que me he formado como historiadora, así que no me voy a callar. Es más, me apasiona la Prehistoria y la Historia Antigua, un arco temporal que va desde el origen de los primeros homínidos hasta el siglo V o VI aproximadamente de nuestra era; con lo cuál, ¿por qué no reflexionar sobre los acontecimientos del siglo XX? ¿porqué no hacerlo sobre una realidad que como españoles nos afecta muy directa y cercanamente como fue la Guerra Civil?
   Aquí algo no marcha bien. Y para mí no hay otra razón que la siguiente: las heridas no cerraron, permanecen abiertas por mucho que algunos insistan en todo lo contrario. Además añadiré que curiosamente los que niegan la reflexión sobre el pasado no aportan ningún tipo de argumento; están vacíos de contenido. Repiten el slogan de prohibido reabrir heridas sin más razones que las propias de su dogma.Y ya conocemos el peligro que entraña este tipo de actitudes. Tenemos muchos ejemplos en el pasado más reciente: repetir una y mil veces una mentira hasta convertirla en verdad (Joseph Goebbels); pero eso sí, no reflexiones, no pienses, porque lo digo yo, y punto. Cuidado con el pasado, no miremos atrás, el pasado no existe… Igualmente soy consciente de que hoy en día, lo que se cuece en las redes sociales es esto precisamente o algo parecido. Mensajes breves y contundentes, esto es lo que triunfa. Algo que te azote las emociones, fugaz e instantáneo, pero oye, no me hagas pensar o leer demasiado que me aburres. Sí, muchos me dirían: -tía, vaya tostón… y cosas peores. Y yo respondería: -cierto, pero soy así de profunda, por lo que te invito a que no sigas leyendo.

   Bueno, como iba diciendo, ¿en qué se transforma una persona sin pasado, sin memoria, sin recuerdos? Nos convierte en simples autómatas, en bebés adultos recién salidos del cascarón, en seres vivos que deambulan por este mundo sin saber quiénes son. Reflexionad un poco y aplicarlo a la esfera social. El panorama es desolador. Debemos conocer nuestro pasado, por una cuestión de cultura y de identidad. Conocer nuestro pasado nos hace conocernos a nosotros mismos como personas: saber de dónde venimos, por qué estamos donde estamos y hacia donde nos dirigimos. Esto último, conocer nuestro futuro obviamente es una quimera porque la mayoría no disfrutamos del don de la clarividencia (excepto algunos iluminados) pero, al menos, el conocimiento sobre nuestra historia, personal y obviamente social, nos puede ayudar, aunque no siempre, a evitar cometer los mismos errores. El conocimiento de nuestro pasado nos aporta cultura, identidad, madurez, crecimiento, sentido de la orientación, responsabilidad… nos enriquece en todos los sentidos.

   Mientras no cerremos de manera justa y equitativa este dramático capítulo de nuestra historia reciente, seguiremos adelante con el enfrentamiento maniqueo que nos caracteriza. Hablar de hacer justicia para todos se convierte en un problema precisamente porque no hemos saldado nuestras cuentas con el pasado como colectividad. La raíz más directa de este problema se encuentra en la Transición y más concretamente en la Ley de Amnistía de 1977; una ley hecha para perdonar y pasar página a más de 40 años de terrorismo de Estado. Sí, he dicho bien, terrorismo de Estado. Desde entonces, España es uno de los países del mundo con más desapariciones pendientes de esclarecer. Y no solo eso, jamás se anularon los arbitrarios juicios franquistas, ni se investigó el expolio realizado por la familia Franco y sus secuaces al Estado español y a particulares, ni se ha investigado a las empresas que utilizaron mano de obra esclava, aparte de tener un callejero repleto de simbología fascista por todos los rincones del país. Por tanto, sacar a la momia de Franco del Valle de los Caídos está muy bien, pero no constituye nada más que un mero acto simbólico, insuficiente para la reparación del daño causado, insuficiente para cerrar con justicia este capítulo.

   ¿Y por qué se ha bloqueado constantemente la aplicación de la Ley de Memoria Histórica? Ni más ni menos porque las fuerzas conservadoras de este país son las fuerzas nostálgicas herederas directa e indirectamente del Franquismo. Como dice Juan Miguel Baquero en El país de la desmemoria, “la memoria histórica molesta porque el franquismo está vivo, latente”. Pero yo no pierdo la esperanza y espero que algún día no muy lejano, estas fuerzas reaccionarias se esmeren por conocer mejor su historia y se desmarquen de lo que fue el Franquismo, tanto en su origen, como en su devenir. No me voy a extender ahora en el análisis de los orígenes del Franquismo, pero me parece importante señalar que sin el contubernio nazi-fascista, ni la guerra civil ni el Franquismo, jamás hubieran tenido lugar. Podría haber estallado la guerra en España, pero sin la ayuda de alemanes e italianos, aparte de los despiadadas tropas africanas, los rebeldes no habrían tenido nada que hacer. El fascismo europeo pudo ser vencido en suelo español. Tal vez con ello nos habríamos ahorrado una segunda Guerra Mundial, pero todos sabemos lo que sucedió. El fin de la Guerra en 1945 acabó con el contubernio en Europa, pero por desgracia España quedó al margen; España, cuyo suelo fue el banco de pruebas del conflicto mundial que se avecinaba. Sin embargo, aquí nos dejaron, abandonados a nuestra suerte, en manos del amigo bajito de Hitler y Mussolini. Abandonados a 40 años de represión, a la violación sistemática de los derechos humanos y a una ausencia total de libertades. Esto es lo que querían, ¿verdad?

   Yo conozco y reconozco nuestro pasado. Lo que sucedió es innegable. No pretendo ni borrar ni cambiar nada de lo que sucedió; ójala y se pudiera. Pero hay un importante capítulo pendiente de solución: es la reparación a partes iguales. Se trata de cumplir con los mandatos de las Naciones Unidas e investigar este genocidio en una España que presume de democrática y que aplicó la represión más duradera de toda Europa. Se trata de dar sepultura digna a cualquier víctima a petición de sus familiares. Se trata de dejar de ensalzar la figura de auténticos asesinos en el callejero de nuestro país o de procesar a siniestros personajes como Billy el niño. Se trata de crear una Comisión de la Verdad, para que la ciudadanía conozca sin censura ni partidismos, qué sucedió en España. En definitiva, se trata de que se cumpla con la denostada Ley de Memoria Histórica.

Así y solo así algún día podréis ver nuestras bocas calladas, porque por fin se habrán saciado de paz y justicia.



martes, 9 de agosto de 2016

Control y descontrol: el Comité de Enlace del Frente Popular

 

   Antes de continuar analizando la multitud de asesinatos, atropellos y desmanes que se producen, es importante dedicar un capítulo al análisis del origen, funciones y evolución del Comité de Enlace del Frente Popular en La Roda durante los primeros meses desde el estallido de la guerra. El descubrimiento fortuito de la documentación del Comité, que dábamos por perdida, nos ha aportado una visión totalmente diferente tanto del contexto bélico en La Roda, como de la propia institución. Sin los datos aportados por estos documentos, la reconstrucción de los hechos acaecidos hubiera sido bastante sesgada y parcial. No se puede entender el desarrollo de los acontecimientos sin la información de primer orden que proporciona la documentación generada por el Comité de Enlace del Frente Popular.

   En el momento de la sublevación, el gobierno del Frente Popular, al frente de cual estaba Casares Quiroga, desapareció de la escena y con él, el aparato estatal, por lo que las diferentes localidades tuvieron que combatir solas a los rebeldes y organizarse de cualquier modo, sin ninguna ayuda por parte del Gobierno central, que existía solo sobre el papel. Hasta el 4 de septiembre de 1936 , fecha en que se forme el gobierno de Largo Caballero, el gobierno local en los territorios leales a la República será ejercido por los Comités y sus tropas, es decir, las Milicias antifascistas.

   Estos Comités adoptarán varios nombres según los pueblos 1. En La Roda se llamará Comité de Salud Pública, quedando constituido el 26 de julio de 1936, justo al día siguiente de la toma de la provincia de Albacete, y se ubicará al principio en la misma Sacristía de la Iglesia. El 4 de septiembre el domicilio social del Comité será trasladado al edificio incautado por el Estado a Julián Viñas Sevilla, sito en la calle Ramón y Cajal, nº17. Poco después pasará a ocupar la casa incautada a Luis Yllana y finalmente la de Aurelio Giménez Izquierdo (ver imagen)2 hasta el final de la guerra.




     En  el acta de constitución se puede leer que el Comité de Enlace del Frente Popular de La Roda actuará sin limitación de funciones ni competencia en todos los asuntos que puedan presentarse en estos momentos gravísimos de la vida nacional. Dichas funciones serán básicamente los asuntos relacionados con el orden público, circulación y requisas, junto a justicia, en lo relacionado con instrucción de sumarios y cárceles. Aparte de estas funciones habrá otras relacionadas con milicias y servicios auxiliares, abastos y sanidad. Según los datos aportados en una declaración frente al tribunal franquista, el Secretario del primer Comité, Jose Antonio Valero, dice que se tomaron los siguientes acuerdos:

primero, reclutamiento de milicianos voluntarios para las milicias del Ejército y para los servicios de retaguardia, entre ellos el control de las entradas y salidas de la población; segundo, proceder a la recolección de los productos de la tierra; tercero, proceder a la selección de los milicianos de mayor confianza y más entusiasmo para el servicio de control

   Como veremos, en la práctica, las competencias más importantes e inmediatas serán de orden público y, sobre todo, la redistribución de la riqueza nacional, a través de un intenso y complejo proceso de incautaciones y colectivizaciones.

(…)